Tocinómetro: One Battle After another
Uno de los dúos creativos más singulares del cine contemporáneo vuelve a escena: Paul Thomas Anderson y Thomas Pynchon. Una década después de adaptar Inherent Vice, Anderson regresa al universo del autor, y esta vez lo hace sin frenos. Vineland su reinterpretación libre de la novela de 1990 muta aquí en un thriller pulp, caótico, acelerado y empapado de una rabia política reciclada para el presente. Anderson pisa el acelerador y no lo suelta.
La película retoma el eterno pulso anderson-pynchoniano entre contracultura y contrarrevolución, pero ahora se siente más crispado, más absurdo y más alineado con la paranoia política que domina Estados Unidos. La banda sonora de Jonny Greenwood vibrante, estridente y emocionalmente abrasiva potencia esta sensación de caos cuidadosamente orquestado. Entre sus capas se cruzan un conflicto freudiano entre padre e hija, el eco de la separación de familias migrantes en la frontera y una respuesta brutal contra el aparato burocrático de ICE y el entusiasmo tóxico por el trumpismo.
Pynchon imaginó en los 60 que la rebeldía tendría una secuela amarga en los 80; Anderson elimina la distancia y lo condensa todo en un presente donde el clima político sigue igual de infectado. No necesita mencionar MAGA, BLM ni ninguna referencia explícita: el delirio ya habla por sí mismo.

Leonardo DiCaprio interpreta a Bob, un revolucionario perpetuamente despeinado y cada vez más que termina correteando por la ciudad en bata, frustrado porque no encuentra dónde cargar su celular. Bob forma parte de una célula insurgente que ataca centros de detención en la frontera, donde su labor consiste, irónicamente, en encender fuegos artificiales como distracción. A su alrededor destacan Deandra (Regina Hall), pura estrategia y fuerza, y Howard (cameo de Paul Grimstad), el teórico cerebral del grupo.
Pero todo orbita alrededor de una figura: Perfidia, interpretada con magnetismo feroz por Teyana Taylor. No es solo la líder natural del colectivo; es la fuerza que captura y humilla al coronel Steven Lockjaw un Sean Penn reptiliano, exagerado y grotesco, quien reacciona con una mezcla incómoda de miedo, deseo y sadismo. Perfidia manipula esa obsesión como una táctica militar más. ¿Se excede? ¿Tiene sentido hablar de límites en este contexto? Su imagen disparando un rifle automático en el noveno mes de embarazo es, sencillamente, inolvidable.
Con el tiempo, Bob queda a cargo de Willa (Chase Infiniti), una adolescente brillante que ha heredado la disciplina y enfoque de su madre, entrenada en artes marciales por un sensei interpretado por Benicio del Toro. Mientras Willa intenta reconstruir su historia familiar, Bob se sumerge en alcohol, drogas, incapaz de recordar incluso los pronombres de sus amigos. Cuando los antiguos camaradas vuelven para reclutarlo, Bob descubre que su mente está demasiado frita para recordar siquiera las claves del teléfono. Willa, por su parte, cae en una espiral de dudas sobre su madre y sobre la verdadera conexión entre Bob y Lockjaw, en una dinámica que recuerda, de forma retorcida, a Mamma Mia!.
One Battle After Another, como la ha titulado Anderson en inglés para su versión cinematográfica, es una mezcla improbable: seria y ridícula, eufórica y perturbadora. Una fusión tonal que funciona gracias a la visión descaradamente excéntrica del director. Es un gusto adquirido, sí, pero uno que se vuelve adictivo. El título ya anuncia lo que es: una guerra cultural interminable presentada como una película de acción delirante, con persecuciones impecables y un clímax hipnótico de tres autos serpenteando por colinas ondulantes.
¿Es su triángulo central una alegoría del sueño multicultural estadounidense reducido a una disputa de propiedad humana? Posiblemente. Lo estimulante es que la película no ofrece respuestas: se nutre de ideas que hoy se consideran “pasadas de moda”, y justo por eso resultan tan provocadoras. Habla de disidencia, del descontento y de la valentía de no encajar. En tiempos saturados de discursos prefabricados, Anderson vuelve a lo esencial: convertir el caos en un acto de resistencia.
Veredicto: Cuatro tocinos


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