El K-pop es un fenómeno musical global tan poderoso que resulta sorprendente que Hollywood haya tardado tanto en integrarlo al cine de manera protagónica. Netflix corrige esa omisión con K-Pop Demon Hunters, un musical animado que llegó sin previo aviso y rápidamente se convirtió en una de las propuestas más populares de la plataforma (perdón, Adam Sandler).

Y no es difícil entender por qué. Esta película ofrece una combinación irresistible: canciones pegajosas que se te quedarán en la cabeza durante semanas y una mezcla ágil y divertida de géneros que deja en evidencia a buena parte de los estrenos animados recientes en cines. Su éxito no es solo visual: el soundtrack también ha escalado las listas de música global, y las secuelas ya parecen inevitables.

Huntrix es el nombre del trío que lidera esta aventura: la rebelde Mira (May Hong), la rapera criada en Burbank, Zoey (Ji-young Yoo), y Rumi (Arden Cho), una huérfana con trenza morada. Son más que ídolos del pop: son una triple amenaza que canta, baila y combate demonios. Con armas fosforescentes rosas y una base de fans incondicional, su objetivo es construir la “Golden Honmoon”, una barrera espiritual que erradique a los espíritus malignos de una vez por todas.

Pero claro, todo héroe necesita un antagonista igual de carismático. Entra Jinu (Ahn Hyo-seop), un melancólico acólito del temible Gwi-Ma, quien lanza una estrategia inesperada: formar un boy band demoníaco llamado los Saja Boys para robarle a Huntrix el corazón (y la energía espiritual) de sus fans. Lo que ninguno de los dos bandos prevé es que Jinu y Rumi caerán inevitablemente en un romance interdimensional que da pie a una comedia romántica tan divertida como llena de clichés… aunque el giro final eleva la propuesta por encima de lo previsible.

La película, codirigida por Chris Appelhans (Wish Dragon) y Maggie Kang (veterana de DreamWorks, Blue Sky e Illumination), abraza sin miedo su premisa absurda y la convierte en un terreno fértil para la experimentación visual. Inspirada en webtoons y manhwa, la animación prioriza el impacto gráfico sobre la fluidez tradicional, creando una estética única con composiciones llenas de energía.

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Un ejemplo brillante: cuando Huntrix se enfrenta por primera vez a los Saja Boys, la cámara juega con acercamientos dramáticos mientras los ojos de Zoey se transforman en corazones, abdominales y hasta mazorcas de maíz (sí, así como suena), en una secuencia hilarante que recuerda a los clásicos exagerados de Tex Avery pero con sabor 100% asiático.

La violencia, lejos de ser grotesca, es visualmente atractiva: los demonios explotan en confeti o son partidos en dos por armas de neón, mientras la cámara se desliza entre escenarios con colorido vibrante y detalles coreanos cuidadosamente integrados.

K-Pop Demon Hunters no pierde el tiempo. En menos de 15 minutos ya estamos familiarizados con la mitología, las dinámicas del grupo y el secreto más importante: Rumi es mitad demonio. Su herencia, oculta incluso para sus fans, amenaza con desestabilizar la misión de Huntrix. Solo su entrenadora y mentora, Celine (Yunjin Kim), conoce la verdad. Pero ni ella previó que Rumi se enamoraría de su enemigo…

Aunque hay subtramas que no terminan de cuajar —como la pérdida de voz de Rumi—, permiten momentos más relajados y cómicos, como una visita al spa o unas vacaciones improvisadas con té de burbujas y bingsu. Todo esto, por supuesto, acompañado de mascotas diseñadas para enamorar: un demonio-tigre sonriente y un pájaro con sombrero tradicional (gat) parecen salidos del folclore coreano y listos para ser peluches virales.

Como buen musical disfrazado de aventura sobrenatural, la película brilla gracias a su música. El soundtrack, armado por productores de primer nivel, combina inglés y coreano en canciones poderosas interpretadas por EJAE, Audrey Nuna y Rei Ami. Temas como “How It’s Done”, “Golden” y “Takedown” funcionan tanto dentro de la narrativa como por sí solos. Destaca especialmente “Free”, un dueto entre EJAE y Andrew Choi (las voces de Rumi y Jinu), que se convierte en el corazón emocional de la película.

K-Pop Demon Hunters es mucho más que un capricho algorítmico de Netflix. Es una carta de amor al K-pop, a la cultura visual coreana y al potencial creativo del cine animado cuando se atreve a romper moldes. Aunque suena como una locura (y lo es), el resultado es fresco, vibrante y adictivo, al punto que muchos espectadores quizá ni noten que acaban de ver un musical… hasta que se sorprenden tarareando la canción final.

Veredicto: Cuatro tocinos

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Written By

Marisol Mancilla

Diseñadora y editora | Amante del cine | Leo cómics y veo anime.