Tras sus incursiones en el cine de acción con No Time To Die y The Gray Man, Ana de Armas se sumerge de lleno en un torbellino de balas, lanzallamas y explosiones en Ballerina. Pero su mayor logro no es la intensidad física, sino la construcción de un personaje,Eve Macarro, que se niega a ser simplemente una “John Wick femenina”. Aunque Lionsgate insiste en colgarle el cartel de “Del mundo de John Wick”, la película se esfuerza por trazar su propio camino. Eve, al menos, lo consigue. ¿La película? No tanto.

Desde su arranque, Ballerina apuesta por una presentación detallada de su protagonista. Eve, interpretada en su infancia por Victoria Comte, pierde a su padre a manos del cruel Chancellor (Gabriel Byrne), líder de un culto letal. Bajo la tutela de la Directora (Anjelica Huston, retomando su papel de John Wick: Capítulo 3) y la mentora Nogi (Sharon Duncan-Brewster), Eve se entrena con los Ruska Roma para convertirse en asesina. Doce años después, convertida en una máquina letal, se reencuentra con los responsables de su tragedia familiar y desata una violenta búsqueda de venganza.

A partir de aquí, el director Len Wiseman y el guionista Shay Hatten (John Wick 3 y 4) despliegan una serie de secuencias de acción estilizadas, desde combates en The Continental, donde aparece Norman Reedus como Daniel Pine, hasta un clímax coreografiado en un pueblo nevado que parece extraído de una fantasía gótica. La acción funciona. Pero lo que realmente eleva estas secuencias es cómo está escrita Eve y cómo Armas la encarna.

Eve no es la típica fuerza imparable. Desde el inicio, Nogi le enseña a aprovechar su constitución ligera y convertir sus “debilidades” en fortalezas: velocidad, percepción espacial, gracia letal. Armas dota a Eve de una ingenuidad palpable y una vulnerabilidad que rara vez se permite en este tipo de cine. Un broche simbólico, una pequeña llave de bailarina, representa sus deseos de libertad, su identidad fracturada y su esperanza de una verdad enterrada. Su tatuaje, “Luz en medio de la oscuridad”, se vuelve más que una metáfora: es su brújula.

Pero Ballerina tropieza cuando intenta equilibrar su voz con las exigencias del universo Wick. La película parece tener prisa por probar que pertenece a ese mundo, pero lo hace priorizando la acción por encima del desarrollo emocional o las relaciones. La conexión de Eve con personajes como Winston, el Chancellor o incluso John Wick (quien aparece brevemente) se siente superficial. Los diálogos rara vez superan lo funcional, y algunos encuentros rozan lo infantil.

La comparación con The Continental (la serie) es inevitable. Aunque aquella producción se desligó del estilo visual y narrativo de Chad Stahelski, Ballerina intenta alinearse con el universo madre, pero lo hace desde una estética más pulposa y menos elegante.

El problema no es la trama simple, John Wick tampoco necesitaba una compleja, sino la falta de ambición narrativa. Todo en Ballerina parece hecho a medida para que Eve luzca invencible: enemigos previsibles, situaciones improbables y lógica descartable. Puede usar cuchillas como shurikens, patines como armas y granadas a quemarropa sin pestañear. Sí, es entretenido, pero el impacto emocional es efímero. No hay peso. Solo estilo.

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Y luego está el dilema temporal: Ballerina se sitúa entre John Wick 3 y 4, lo que hace que la aparición de John se sienta como una misión secundaria fuera de libreto. Un guiño, sí. ¿Pero necesario?

Del mundo de John Wick: Ballerina ya está en cines.

Ana de Armas ofrece una interpretación física y emocional que trasciende el molde del cine de acción genérico. Ballerina, sin embargo, aún no encuentra su propia identidad dentro del universo que la vio nacer. Mientras Eve vuela, la película se queda atrapada entre coreografías brillantes y una narrativa que se esfuerza demasiado por encajar en la familia Wick.

Veredicto: Cuatro tocinos

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Written By

Marisol Mancilla

Diseñadora y editora | Amante del cine | Leo cómics y veo anime.